Tomaste mi rostro entre tus manos, respire resignada y solo me dispuse a escuchar lo que mi mente ya se sabia de memoria.
-te amo- dijiste, haciendome sentir su aliento tibio en mi rostro
-yo igual- respondí por inercia. En mi cuerpo ya no había señal de calor
-si es así, por que no me lo demuestras- dijo, alejándose un poco de mi, pero sin soltarme
-debes saber por que hago esto- lo mire con un poco de rabia.
Sus ojos verde esmeralda se clavaron en los azules hielo que me pertenecían. buscaban una explicación a mi actitud, pero yo bloqueaba cualquier forma de descubrirlos
Estaba heleda, no tenia frió, era simplemente porque mi alma estaba congelada... congelada por la frialdad de todo lo que me rodeaba.
Esto me enfermaba, me provocaban nauseas, pero debía mantener esa sonrisa falsa por el resto de mi vida, estando al lado de un ser al que me amarrerian eternamente contra mi voluntad
-tengo presente que no me quieres, no tienes que mentirme- dijo él, soltando mi rostro, con tal resiganción que sentí cierta compasión
-entonces no es necesario que gastes saliva en decírmelo- dije, completamente indiferente. Podía sentir como mis ojos habían perdido su brillo
-Es que Agatha!- dijo y volvió a mi, abrazándome contra su cuerpo- yo... yo siempre he estado enamorado de ti!
-Maxwell, no todos los sentimientos son reciprocos
-no me importa!- dijo, sumiendose en una locura pasajera- tengo toda una eternidad para hacerte cambiar de opinión
Apretó sus labios contra los mios, podría sentir su calor, pero no lograba trasmitirmela. Comenzó a entreabrir mis labios, dando paso a besos cada vez más apasionados, cosa que llevo a que él empezara a desvestirme para llevar a cabo nuestra noche de bodas.
Estaba comprometida con alguien que nunca despertara en mi el amor que siento por solo uno y que ahora se alejaba por un matrimonio arreglado.
Maxwell volvió a besarme, ya que se había separado por la falta de aire y solo un pensamiento paso por mi mente: Mi amor... como te extraño
.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario